lunes, 17 de noviembre de 2008

Con permiso: Epílogo al encuentro con Tomás SÁNCHEZ SANTIAGO por Fernando MARTOS

Desde la mirada del lector amigo que ha seguido la huella de su escrito y compartido escenas y lugares, creo descubrir tres aspectos que aparecen consecutivamente en su obra, permanecen y que se funden en Calle Feria: encuentro, búsqueda y testimonio.

En sus primeros poemas Amenaza en la fiesta, La secreta labor de cinco inviernos, En familia… hay un “encuentro” con los objetos para descubrir en ellos y entre ellos otros significados. No como un juego lúdico de la imaginación ni una búsqueda creativa de argumentos. Entiendo que lo que se descubre es el trajín silencioso de otra vida menos aparente pero extraordinariamente esclarecedora de lo que también somos. Más allá del uso cotidiano que hace invisibles a los objetos y los desgasta, encuentra en ellos lo que hay de acontecimiento, de suceso. Así la forma, los otros usos, su nombre (las palabras serán también objetos que guardan misteriosos significados por cómo o quién o dónde se pronuncian) estarán de alguna manera tratados en los poemas. Pero lo que primero es una emoción, una intuición expresable en un poema, acaba siendo una certeza expresada en una narración El descendiente, Para qué sirven los charcos. Y, para esta vocación narradora ya entonces, siempre, Tomás, se exigirá una precisión absoluta con el lenguaje. Su precisión es la que nos permitirá, con sentido, llegar a ver y así, como él la descubre, esa también realidad.

Quizá una vez escritas, estas emociones son más certeza e impelen a una “búsqueda”, ahora también en la misma literatura o en el arte. Sus aproximaciones a la mirada de los otros: Tiendas con el pintor Mezquita o a los Cuadernos… de Delhi Tejero, Zamora en la vanguardia, Las palabras de paso sobre poetas en Salamanca o Dos poetas de la generación del 50 sobre Barral y Valente. Y por otro lado El que desordena, Lo bastante, Salvo error u omisión (recuerdo la narración del mago que llega a una aldea y el viento delata el artificio) incluso Milagro en la pescadería. En todas ellas creo ver una búsqueda de lo otro, del revés de las cosas, una huella de compromiso con los que no se conforman, con lo desobediente, con lo que él considera auténtico aunque viva en la intemperie pues eso lo hace verdadero. Nace una mirada ética, ética como rebelión de lo sencillo. Donde también se pregunta ¿para qué la escritura y las palabras?

Y tras la búsqueda, la necesidad de un “testimonio” de lo encontrado. Calle Feria será lugar en donde todo esto se hará un mismo argumento. El encuentro con un mundo singular con ese velo sin tiempo de la infancia. Lo maravilloso en lo común. El revés de las personas, la doble vida: pública y privada de los personajes (como señalara, refirió Tomás, un estudioso y amigo sobre la novela). El testimonio de una memoria que no quiere ser una crónica local ni provinciana. Desde la ficción porque permite pasar del acordarse del pasado a componerlo. La ficción como la huella que nos dejaron los otros, no la forma del pie sino su hoyo: Tomás nos dijo que sólo quería devolver las palabras que se le dieron.

Para mí Calle Feria es meter en taina una manera de existir, en apariencia desaparecida, en apariencia unos personajes que no se repetirán, mas todo lo contrario. Tiene tanto hollejo, tantísima piel, toda la madre de un cuento viejo y una levadura tan necesaria, que a su verdad se recurrirá siempre. A Calle Feria volveremos una y otra vez, como un cuento diferido, porque su verdad lo será siempre, porque sólo lo auténtico nos puede salvar.


Fernando MARTOS

No hay comentarios: